PITU SALVATIERRA
LA CARTA QUE ESCRIBIÓ PITU DESDE EL PENAL DE EZEIZA
Nací el 27 de Marzo de 1980, soy hijo de Rosa Ibañez y Carlos Salvatierra. Desde que tengo uso de razón, mi vida no fue fácil, no recuerdo haber pasado un cumpleaños con mi papá en libertad. De muy chico me quedé en la calle con mis hermanitos y mi mamá, a quien le debo todo. Dormimos en plazas y veredas. A mis 12 años llegamos a Ciudad Oculta en donde encontramos la solidaridad de Marcelo Araya que nos permitió dormir en el comedor comunitario que él tenía y a mi mamá trabajar ahí.
Caminando los pasillos, en pleno apogeo del menemismo, momento en que para muchos no había escuelas, ni trabajo, ni futuro, conocí las drogas. Si bien teníamos para comer, faltaba todo lo demás, hasta los guardapolvos para ir a la escuela. A los 15 años tomé la peor decisión de mi vida, entre el mundo de la delincuencia, en el que hice muchísimas cosas malas, gracias a DIOS nunca le quite la vida a nadie, hasta que en el año 2001 terminé PRESO. Me condenaron a 7 años de prisión por mis delitos. Los años fueron muy duros, HÉCTOR tenía 7 años e IVAN 1 año cuando fui preso en el 2001. Y la historia se repitió, Héctor e Iván, al igual que yo, se criaron sin su papá.
En el año 2008 recuperé mi libertad, cuando salí busqué 6 meses trabajo, pero por los antecedentes nadie me quería tomar. Mi esposa DEBORA, quien fue mi primer novia y la mujer que quiero tener al lado cuando terminen mis días en esta tierra (y más allá Debora, como dice el Indio, "Te voy a buscar, te voy a encontrar"), mantenía el hogar trabajando en casas de familia. Todos me cerraban las puertas, pero justo el día en el cual ya no sabía más que hacer, la Fundación Madres de Plaza de Mayo, que estaba construyendo viviendas en mi barrio, me dio trabajo.
Cuando estuve preso terminé la secundaria, pero también leí mucho de política. Por esto creo que cuando tuve trabajo en Madres empecé también a militar. También porque vengo de una familia PERONISTA. Empezamos sumando compañero por compañero en el barrio y en 2010 llego el conflicto del Parque Indoamericano. Después empezamos a armar el Frente de villas en La Cámpora y luego el Movimiento Villero Padre Múgica que integran muchas organizaciones. Hicimos centros de formación en oficios, abrimos espacios de apoyo escolar y asesoramiento jurídico, construimos o arreglamos cloacas, calles, viviendas, plazas, canchas, etc en jornadas solidarias. Estuvimos cuando el pueblo nos necesitaba, como cuando se inundó La Plata. Los últimos 8 años milité ¿y qué es eso? Ver la necesidad del otro y hacer algo al respecto.
Sin embargo, la adicción me seguía persiguiendo. Hasta que una mañana después de fumar toda la madrugada, KIARA, mi hija menor, esa que una noche oscura soñé con sus rulitos antes de que naciera, se despertó primero y no pude hacer más que ponerme a llorar de rodillas y pedirle perdón. Débora vio la escena y me dijo “si nos amas amate vos y hagamos algo para curarte". Esa fue la primera vez que busqué ayuda. Fui al CENARESO y también al SEDRONAR, pero volvía a caer. Después por suerte conocí a Lili, psicóloga y ricotera, como yo. Comencé un tratamiento con ella y de a poco fui cambiando los hábitos. Pero a partir de este año, al igual que a millones de argentinos, las cosas se nos pusieron más duras. Mi esposa y mi hijo perdieron sus trabajos y mucho de lo que habíamos construido en las villas con mucho amor fue desmantelado. Ya había problemas económicos y me empecé a descuidar el tratamiento, a ir cada vez menos a lo de Lili. El monstruo volvió.
Un patrullero me detuvo, a metros de mi casa, la madrugada del 21 de junio, y me llevó a la Comisaria 48 por tener drogas en mi auto. Por supuesto ya sabían quién era yo y al llegar a la comisaría me hicieron saber que estaba hasta las manos porque el juzgado de turno era el de Bonadio. “Y ahora que te salve Cristina KK” me dijeron. Después de 12 hs, cuando quisieron pegarme me trague parte de una cuchara por lo que termine en el hospital. A mí me encontraron 9 gramos de marihuana y 3 de cocaína, lo que tenía era para usar en esas horas de la noche. Sin embargo, el viernes el juez me negó la excarcelación y me trajo, después de 8 años, otra vez a la Unidad Nº 1 de Ezeiza.
La verdad tengo mucho miedo. No entiendo qué hago en el mismo lugar donde están los que violaron, mataron o robaron. Tengo mucha tristeza porque el próximo 29 de junio, Kiara cumple 6 años y no voy a poder estar una vez más en el cumpleaños de uno de mis hijos. ¿Porque después de haber cambiado toda mi vida termino preso como si fuera el 2001 de vuelta? Este lugar en que estoy no es apto para hacer mi tratamiento. Sólo pido que me dejen seguir luchando contra mi adicción, que me dejen volver con mi familia para seguir trabajando por ellos, que me dejen volver con mis compañeros a seguir luchando para que las villas sean urbanizadas ¿O no será que ese es el verdadero problema?
Tengo trabajo estable, una familia constituida, estoy dispuesto a poner todas mis fuerzas en mi tratamiento, tengo gente que me quiere ayudar. Ser adicto es una enfermedad, no un delito.
ALEJANDRO PITU SALVATIERRA
PITU POR PAULA
por PAULA PENACCA
PITU SIEMPRE CONTÓ SU HISTORIA CON LA SINCERIDAD PROFUNDA DE LOS QUE TOCAN FONDO Y LOGRAN ENCONTRAR UNA SALIDA.
Los que elegimos hacer política en defensa de los que menos tienen sabemos que quedamos expuestos al accionar de los enamorados de las injusticias, los que sacuden con el látigo de los medios a quienes se atreven a romper el molde y no resignarse a comer las sobras. Por eso quienes militamos conocemos de cerca esa violencia ejercida desde arriba. Esa es la historia de tantos, es la historia también del Pitu.
Pitu siempre contó su historia con la sinceridad profunda de los que tocan fondo y logran encontrar una salida. Siempre dijo como fue su infancia pobre y su falta de posibilidades, siempre contó su experiencia con las drogas y por qué estuvo preso. Esa transparencia, la honestidad brutal de cómo fue atravesando el camino es lo que no soportan.
Hoy, en un país que mira con la nuca al pueblo empobrecido por las políticas de ajuste, quienes transitan los más oscuros pasadizos de la vida y de las villas son el regocijo de los más macabros discursos estigmatizadores. Se hace de ellos un aprovechamiento político hipócrita, intentando destruir todo lo que huela a militancia, a organización popular, a kirchnerismo. Sin embargo, fue este proyecto político el que en los últimos años se encargó de reparar la desigualdad social construyendo más derechos para los sectores populares, derechos que hoy se están perdiendo.
La manipulación mediática y la utilización política son herramientas puestas al servicio de la exclusión. La doble vara para medir las adicciones según la clase social a la que se pertenezca es un condimento más. Los pibes que en las noches consumen pastillas de diseño para divertirse son las víctimas de un sistema inhumano, pero los pibes que viven en la villa y usan gorra nunca son víctimas, más bien son los sospechosos de siempre.
El Pitu se equivocó en su vida, como todos. Pero como pocos, el asumió las consecuencias, pagó su deuda con la sociedad cumpliendo su condena. Después encontró en la política una alternativa para construir un futuro distinto al que el neoliberalismo le tenía predestinado. Eso molesta, es demasiado el ejemplo de vida y de dignidad. Los restauradores de las peores políticas neoliberales lo saben, saben que esos modelos de superación que desafían el destino de pobreza son peligrosos, generan revoluciones. Por eso necesitan, les urge, invalidarlo y ensuciarlo. Como quisieron y no pudieron hacer con el peronismo, con la historia de lucha de nuestro pueblo trabajador